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Con apoyo de ProColombia el coronel Buendía llega a Australia: cannabis medicinal colombiano

Diego Navarro y Oliver Zugel, empresarios y embajadores de marca país

Por primera vez, un personaje nacido en la imaginación de Gabriel García Márquez aparece — no en una novela, sino en las farmacias de Australia, a más de 20.000 kilómetros de casa. Coronel Buendía da título a flores de cannabis que se dispensan como tratamiento médico en uno de los países con mayores exigencias clínicas del mundo.

Solo unos meses después de su lanzamiento, Coronel Buendía se ha convertido en la marca de cannabis medicinal de mayor crecimiento en Australia. Está disponible ya en más de 2.000 farmacias y se ha convertido en una de las más valoradas por los pacientes. En un mercado exigente y lleno de opciones, una flor nacida del sol colombiano ha sabido hacerse notar — y ser elegida.

El responsable detrás de este lanzamiento es FoliuMed, una empresa con capital colombiano, fundada por Diego Felipe Navarro y Oliver Zügel. Hoy, después de ocho años de trabajo silencioso, su marca debuta con voz propia en el escenario internacional.

Teniendo su propia finca en Nemocón, Cundinamarca, FoliuMed también trabaja con pequeños cultivadores en zonas que han vivido el conflicto. La idea es sencilla: que una flor que cura también pueda ayudar a reconstruir — con desarrollo rural, con oportunidades, y con orgullo colombiano.

“Siempre sentimos que Colombia no tenía por qué limitarse a proveer cannabis como materia prima. Tenemos una flor distinta, cultivada al sol, en tierra fértil y natural — no tiene nada que ver con el cannabis industrial producido en Canadá. Creemos que puede ofrecer efectos superiores para los pacientes, y lo estamos demostrando,” afirma Oliver Zügel, cofundador de FoliuMed.

Coronel Buendía no es solo un nombre. Es un guiño a la obra más reconocida de la literatura colombiana, y a un personaje que encarna rebeldía, memoria y transformación. Elegirlo como emblema de una nueva medicina no fue un gesto decorativo, sino un acto de narrativa: una forma de decir que Colombia no solo produce materia prima, sino historias que viajan, que curan, y que dejan huella.

Y sin embargo, hay otra parte de esta historia que pocos conocen: su impacto ambiental.

“Muy poca gente sabe que cultivar cannabis medicinal bajo luces artificiales en el hemisferio norte genera una huella de carbono enorme. En promedio, se necesitarían plantar más de 100 árboles por paciente para compensar el impacto ambiental de ese modelo,” explica Diego Felipe Navarro, cofundador de FoliuMed. “Creemos que lo que sana al paciente también debería sanar al planeta. Por eso cultivamos con lo que Colombia tiene de sobra: sol.”

Un estudio independiente, desarrollado por investigadores en los Países Bajos con el respaldo de FoliuMed, comparó el cannabis cultivado al sol en Colombia con productos cultivados bajo luz artificial en el hemisferio norte. El análisis sugiere que la flor colombiana no solo cumple con los más altos estándares médicos, sino que podría ofrecer ventajas clínicas concretas — además de una huella ambiental significativamente menor. El siguiente paso será comprobarlo con rigor: médicos en Australia comenzarán a seguir de cerca la evolución de pacientes que usan esta flor como tratamiento.

Nada de esto habría sido posible sin el acompañamiento de ProColombia, que desde los primeros pasos apoyó la expansión internacional del proyecto. Como reconocimiento a ese recorrido, y al impacto que Coronel Buendía comienza a generar fuera del país, Oliver Zügel y Diego Felipe Navarro han sido nombrados embajadores de marca país. Más que un título simbólico, es una señal de que Colombia está lista para contar otra historia: una donde su literatura, su ciencia y su tierra se unen para ofrecer algo propio al mundo.

Con el respaldo de ProColombia y de la Embajada de Colombia en Australia, se está convocando un diálogo con médicos, reguladores y líderes del sector para abrir una conversación urgente: ¿qué lugar debe ocupar el cannabis cultivado al sol en el futuro de la medicina global? Lo que está en juego va más allá de una marca. Es el derecho de países como Colombia —y de regiones con condiciones ideales y prácticas responsables— a demostrar, con datos, que otra forma de producir es posible. La evidencia comienza a hablar. Ahora es momento de amplificarla.

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