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Bribón Cigars: el renacer del tabaco colombiano

En una pequeña fábrica ubicada en el municipio de Barichara, Santander —declarado por muchos como “el pueblo más bonito de Colombia”—, un grupo de mujeres tuerce con precisión hojas de tabaco sembradas en los Montes de María. Cada cigarro es una pieza única, un artefacto que huele a tierra colombiana, a historia, a resistencia.
Así se hacen los puros en Bribón Cigars, una empresa que nació de una intuición y terminó convirtiéndose en una apuesta por lo que aún está por contar: que Colombia tiene una tradición tabacalera de calidad que el mundo apenas empieza a conocer.
Una intuición que encendió la mecha
Juan Camilo Rodríguez, fundador de Bribón, había regresado de Canadá con un plan: importar cigarros de Centroamérica. Pero todo cambió durante un viaje a Barichara en el 2017. Allí probó un cigarro colombiano y, sorprendido por su calidad, decidió investigar.
"Descubrí que Colombia tenía una historia fuerte ligada al tabaco. Exportábamos más tabaco que café. Eso me pareció increíble”, recuerda.
El proyecto comenzó a tomar forma en Piedecuesta, municipio de Santander, donde inicialmente se realizaba el torcido de los cigarros, mientras que las catas se llevaban a cabo en Bogotá. Cuatro años más tarde, se unió al equipo Francis Gillis, un canadiense que había tomado un curso de torcido en La Aurora, pero cuya experiencia estaba en otro tipo de cultivos, no en tabaco. En 2021, se integró también el agrónomo José Flórez, con más de 30 años de experiencia en el sector tabacalero, quien comenzó a colaborar en el proceso de siembra.
Sembrar en el pasado, torcer hacia el futuro
En su búsqueda por un origen ideal, recorrieron el país hasta llegar a los Montes de María, una región con tradición tabacalera, suelos ricos en materia orgánica y condiciones climáticas únicas. Allí redescubrieron la cubita negra, una semilla endémica colombiana que, como explica Rodríguez.
"Aguanta muchísimo tiempo en condiciones extremas, no necesita mucha agua y florece justo cuando caen las lluvias".
Gracias a la calidad del suelo, no es necesario el uso de fertilizantes, lo que permite obtener una hoja prácticamente orgánica. Esa semilla, cuidada durante años por campesinos locales, se convirtió en la base de las mezclas de Bribón. Gillis asegura que el tabaco cultivado en los Montes de María es hoy uno de los mejores del país por su suavidad, sabor y expresión.
Del cultivo al carácter
El trabajo en Bribón no termina en la cosecha. La fermentación, etapa clave en el proceso, define el carácter del cigarro. A través del intercambio con expertos internacionales y un proceso continuo de aprendizaje, la empresa logró perfeccionar su técnica. "Ahí es donde ocurre toda la magia", dice Gillis. Esa hoja fermentada bajo estas condiciones es la que hoy distingue su producto.
Más allá del proceso técnico, los socios de Bribón subrayan una diferencia esencial: un cigarro artesanal no es un cigarrillo. Juntos coinciden en que, mientras el cigarrillo es un producto de consumo rápido, el cigarro artesanal es una experiencia.
"Es un ritual, un estilo de vida. Ha sido una planta sabia, usada por nuestros ancestros por siglos. Nuestra tarea es educar sobre eso y rescatar lo artesanal, lo cultural y lo humano que hay detrás de cada pieza", explica Rodríguez.
La tradición tabacalera de Santander
La elección de Barichara como sede de la fábrica no fue solo práctica: allí nació la idea y persiste una cultura tabacalera silenciosa. También quisieron convertir ese lugar en un taller donde las protagonistas fueran mujeres. Rodríguez destaca que ellas tienen mayor precisión, concentración y dedicación, y que gran parte del equipo está conformado por mujeres jóvenes, muchas de ellas cabezas de hogar.
Este oficio hunde sus raíces en Santander, una región que durante siglos fue referente tabacalero. En el siglo XIX, comerciantes como Geo von Lengerke exportaban hoja colombiana a Europa. La calidad del tabaco santandereano era tan reconocida que llegó a ser uno de los productos más cotizados del país. Para Bribón, ese legado sigue vigente.
"Queremos que Barichara sea reconocido como un nuevo origen del tabaco colombiano. Y que conozcan nuestro país a través de lo que estamos haciendo", afirma Rodríguez.
Exportación: una historia que comienza
El primer gran salto de Bribón llegó en 2025, cuando lograron exportar su primer contenedor a Alemania, uno de los mercados más exigentes del mundo. El proceso fue complejo: la falta de regulación clara, el desconocimiento institucional frente al producto y los cambios constantes de fechas hicieron que el trámite fuera largo y desgastante. "Fue un parto", recuerda Gillis.
Poco después, llegaron pedidos desde Turquía y comenzaron conversaciones con distribuidores en Medio Oriente. No fue solo la calidad del cigarro lo que abrió esas puertas: muchos de sus clientes, sobre todo extranjeros, empezaron a preguntar por su disponibilidad en lugares como Dubái, Reino Unido o Estados Unidos. Esa demanda espontánea marcó el rumbo: fue el mercado el que empezó a empujarlos hacia el exterior.
En un mundo donde el tabaco suele estar rodeado de estigmas, Bribón ofrece una lectura distinta. Fumar un cigarro artesanal es, para sus creadores, un acto lento, casi ceremonial, muy distinto al consumo impulsivo de un cigarrillo industrial. Si se fuma con prisa, el mismo tabaco lo rechaza: cambia el sabor, se calienta, pierde sentido. Rodríguez insiste en que se trata de una planta ancestral que merece una mirada distinta. "Anhelamos mostrar esa otra cara: artesanal, cuidadosa, íntima. Desde la siembra hasta el humo".
Un modelo que genera valor
Aunque Bribón es aún una empresa joven, sus socios ven en ella un modelo productivo con potencial real. Rodríguez imagina un escenario en el que, si el proyecto logra escalar, podría generar empleo en distintos eslabones de la cadena: agricultores, torcedores, fermentadores, comercializadores. Aunque la cifra mencionada es aspiracional, la visión es clara: hacer del tabaco una fuente de desarrollo económico para Santander y otras regiones productoras del país.
El contexto acompaña. El ron colombiano —como Dictador o La Hechicera— ya tiene reconocimiento global. El cacao colombiano ha ganado premios internacionales. Y el café sigue siendo embajador natural del país. Bribón busca sumarse a esa conversación desde el tabaco, completando una ecuación de productos premium con identidad colombiana.
En ese proceso de internacionalización, ProColombia ha sido un aliado clave. Rodríguez destaca el apoyo recibido en la creación de contactos estratégicos y en la participación en espacios de promoción. Aunque aún no han estado en ruedas de negocios, se están preparando para ello.
"En ProColombia trabajamos con la convicción de que las pequeñas y medianas empresas son clave para el desarrollo económico del país. Nuestro compromiso es acompañarlas en su camino hacia la internacionalización, brindarles herramientas, abrirles puertas y conectarlas con oportunidades reales en los mercados globales. Sabemos que detrás de cada pyme hay una historia de esfuerzo y visión que merece ser compartida con el mundo", afirma Carmen Caballero, presidenta de la entidad.
El tabaco ha sido parte de la historia económica y cultural de Colombia durante siglos. Hoy, mientras el país consolida su presencia internacional con productos como el café, el puro artesanal es una nueva oportunidad para recuperar una tradición que nunca desapareció del todo, pero que sí fue subestimada.
La experiencia de empresas como Bribón demuestra que es posible construir una industria moderna a partir de saberes antiguos, con visión de futuro y con la calidad suficiente para competir en los mercados más exigentes del mundo. El reto ya no es producir mejor tabaco: es contarlo mejor, llevarlo más lejos y volverlo parte del portafolio con el que Colombia se presenta ante el mundo.