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En 2014, compradores de 70 países han adquirido artesanías colombianas

En 2014, compradores de 70 países han adquirido artesanías colombianas

Las artesanías le dan significado a la decoración del hogar. La frase es de Frank Campanale, un empresario de Boston dedicado al diseño de interiores en Estados Unidos, y responde al porqué las artesanías autóctonas colombianas se exhiben como tesoros culturales en salas, estudios o comedores de distintas partes del mundo. 

“En Estados Unidos hay compañías grandes como Pottery Barn, con productos de los mismos fabricantes siempre, quizás de China e India. Mis clientes quieren algo diferente, algo como lo colombiano”, explicó Campanale.

El empresario, que se dedica desde hace nueve años a comprar productos latinoamericanos, estuvo en Expoartesanías por invitación de PROCOLOMBIA y la Cámara de Comercio de Bogotá, junto a otros 64 compradores extranjeros.

Por ese factor diferenciador que Campanale encontró en la feria de Bogotá, solo hasta octubre de 2014 cerca de 70 países compraron artesanías de Colombia, entre ellos Japón, Suiza, Nueva Zelanda, China y Egipto. Y las exportaciones, según información del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, con datos del Dane, llegaron a US$36,6 millones.

La clave del éxito, según los propios empresarios, es pensar local para actuar global.

Lucien Tourtoulou, de la empresa francesa Quadrat, afirmó que es el elemento de originalidad que encuentra en Colombia lo que más le llama la atención a los franceses para decorar sus hogares. “Hemos probado con muchos materiales artesanales que se han trabajado con métodos antiguos y obtenemos como resultado cosas muy simples pero a la vez maravillosas para llegar a nuevos conceptos de decoración”.

Por testimonios como el anterior, es común el término de ‘glocalización’ entre los artesanos colombianos. 

Así lo entienden en la empresa Jalianaya. Conformada por 650 tejedoras de Manaure, La Guajira, vende mochilas, mantas, llaveros, cinturones, manillas y chinchorros con diseños típicos de su cultura wayúu a países como Estados Unidos, España, Francia, Inglaterra, y Japón.

“Ha sido bueno exportar porque existe más la posibilidad de diversificación de productos. Lógicamente que cuando vendemos más se mejora un poco la calidad de vida de los artesanos porque hay un trabajo más que asegurado en todo el año”, dijo María Cristina Gómez, una de las artesanas que se atrevió a exportar.

Ocurre lo mismo con la vajilla pintada a mano en Carmen de Viboral, Antioquia, los tapetes de Cajicá, Cundinamarca, los sombreros vueltiao en caña flecha de Córdoba, las cazuelas de La Chamba en el Tolima o los cántaros en werregue del Chocó.

Contar la historia de los productos también es fundamental. Al cliente final le interesa saber de dónde proviene lo que está comprando, quién lo fabricó y qué significado tiene.

Un buen producto original, incluso, estimula la conversación. “Si hay invitados en mi casa y me preguntan por algún objeto decorativo, es más interesante decir que lo compré en Colombia y que fue fabricado por indígenas o por una comunidad, y que quiere decir algo específico”, explicó Campanale.

Lo mismo dijo Laurie Wilkins, de Earth Bound, una fundación sin ánimo de lucro que promueve artesanías indígenas en Estados Unidos.

“Hay muchos productos colombianos que simplemente no son conocidos, pero que tienen un gran potencial. Los clientes buscan la belleza y las historias que vienen con los productos como los que Colombia ofrece”, concluyó.